miércoles, 10 de febrero de 2016
Krónos
Cada inicio de año civil y/o escolar,tiempo litúrgico que orienta la actividad de una localidad macreyista, va representando un cambio fuerte.
Aunque sea un solo nuevo miembro, cambian las dinámicas, percepciones … lo que no se muda, si no que permanece, se
transforma y re adapta es el Espíritu.
De aquí a fin de año escolar, que faltan apenas seis meses, nos
vamos encontrando con la cotidianidad: los estudios, nuestras actividades pastorales, los encuentros semanales, etc. El krónos se
vuelve, imperceptiblemente, implacable y nos agota. Podemos caer en la rutina
sin novedad, en los modos y maneras propias que nos hacen ‘ser así’ como ‘el
mundo[1]’; puede atentar contra el modo de proceder (imponiéndose bajo
nuestros propios y limitados modos de proceder); afectar el objetivo que se
espera en los sujetos y que está enmarcado en la etapa a vivenciar, la
fraternidad, la espiritualidad,el liderazgo y el servicio bajo la apariencia de un mediocre
‘cumplir’…
Palabras más palabras menos, ese tiempo puede llegar a ser el
caldo de cultivo del ‘malo’ (Mal Espíritu) que habita en la realidad, en el
cada día, en los otros y también en mí…
Kairós
A Dios gracias, contamos con un elemento que trasciende el tiempo
cronológico que circunscribimos a ciclos que se repiten en una espiral sin fin
(como sostenía Heráclito). Ese elemento es la acción de Dios, en Jesús,
interpelada continuamente por su aliento (Buen Espíritu). Vale la pena aclarar que a los dos
(“Bueno y Malo”, en tanto Espíritus, los coloco en mayúsculas porque ambos son
fuerzas reales, protagonistas, que se hacen sentir, y están presentes dentro y en medio de nosotros)…
Trigo y Cizaña juntos…
En estos seis meses, es deseable y apropiado que, como macreyistas, en medio de lo que hacemos y con las personas que convivimos, estemos atentos a la acción de ambos y sobre todo, a no
dejar opacar el Paso de Dios como Tiempo de Salvación (Kairós)
Ese tiempo hay que trabajarlo (gozarlo y disfrutarlo) con la
oración, la contemplación, el examen diario, la Eucaristía, la relación como
Amigos/as en el Señor , el acompañamiento personal/espiritual, … Sin este ‘trabajo
gozoso’, todas las cosas que fungen de motivación en nuestro ser como macreyistas son mentiras… Podremos estar estudiando mucho, analizando la
realidad, descifrando los códigos de esta cultura, en unos apostolados "heavys" en el barrio, etc., pero si no partimos del Espíritu que nos mueve e interpela,
estaremos enredados en una confusión que no nos hará diferenciar de otras propuestas… y dejamos de ser Buena Noticia hacia
dentro y hacia fuera…
De manera que la invitación es a estar muy atentos, porque de lo
contrario caemos en dinámicas que no nos son propias: activismo (o pasivismo)
sin ese Buen Espíritu, rencillas ocultas o explícitas, ruidos vacíos y
molestos, silencios no habitados, criticidad no asertiva y poco compasiva,
razonamientos sin corazón y corazonadas sin razón; violencia solapada en las
expresiones corporales/verbales, asperezas, acidez, dispersión, aislamientos
que denotan triste soledad/solitariedad, suspicacias y sospechas infundadas,
etc, (y de ahí hasta el infinito)…
Falencias que van in
crescendo como circulo vicioso que afecta todo hasta en las cosas más
pequeñas como el agradecimiento, el servicio, el saludo, el diálogo adulto, la
discreta caridad… Y todo esto nos hace perder el tono (conspira en contra y
propicia una hostilidad pasiva), la imposibilidad de crecimiento constructivo
tanto en lo personal, comunitario y misional…
Metanoia
Con la Fiesta de la Conversión de San Pablo, se nos estaba
proponiendo ‘calentar los motores’ de cara a la proximidad de la Cuaresma
(tiempo de conversión). como macreyistas, jovenes de iglesia podemos caer en la tentación de dejar esas cosas para los demás, para el pueblo
llano, para el cristiano/católico de a pie… de manera que lo que este tiempo
implica, está así como ‘superado’ por otro nivel de fe (¿?)… en este sentido
nos separamos (= fariseísmo) quizás, de nuestros orígenes en el mundo de la
misma… la confesión sacramental, el ayuno, la penitencia, las obras de
misericordia, etc., nos pueden llegar a ser irrelevantes…
No se quiere decir que ‘haciendo cosas/prácticas
religiosas’ sean criterio de fidelidad y madurez religiosas… Sabemos que son
medios para… sin embargo, no excluyen una vida de fe que es parte del
seguimiento que como cristianos consagrados tenemos de cara a la Iglesia (y la
eclesialidad) que es Madre y Maestra...
¿y cómo entramos/asumimos esta dinámica?
A menudo religiosamente expresamos, para equis o ye situación, que
estamos necesitados de conversión. Requerimos de una cambio de vida, un nuevo
modo de ver las cosas, una nueva actitud, una nueva manera de aproximación… Se
afirma que este término (metanoia) a secas implica un ‘rehacer’ algo que no
estuvo bien hecho o bien dicho, para iniciarlo de otra manera (a mejor); otra
acepción, más ‘espiritualista’ tiene que ver con ‘cambio de vida’
(transformación, dejar de ser/hacer para ser/hacer otra cosa que me acerque más
a Dios… Según algunos, bíblicamente, metanoia es un ‘detenerse y volverse’ para
retomar el camino. Esta visión me gusta más porque tiene que ver con nuestra
condición como miembros de una espiritualidad Legariana - Ignaciana.
No significa que hayamos errado el camino ni que estemos perdidos,
al contrario, aunque no nos hace daño retomar el amor primero en el curso de
lo que vamos viviendo[2]… Por ello es la manera más
idónea, a mi modo de ver y por eso la propongo, para nuestra etapa - Puertos y Tripulantes - y acorde con
nuestro modo de proceder en el Movimiento Apostólico Cristo Rey.
Isaac Daniel Velásquez S.J
[1] "Mundo en la concepción ‘juánica’ que aquí quiere decir ‘sistema
de cosas’, cultura vigente, los instaurado y aceptado por todos como ‘normal’,
pero que va contra la lógica del Reino de Dios." Veramendi S.J
[2] Jesús no trajo la paz
sino la guerra, división y fuego (Mt 10, 34-36; Lc 12, 49-53) como propuesta
del Reino… Ello desestabiliza, confunde, invita a tomar postura… quizás quiere
decir, reinterpretando a Alberto Hurtado y retomado en la CG XXXV de los SJ “Un Fuego que
enciende otros fuegos".
martes, 2 de febrero de 2016
Hemos aprendido de ellos, nos hemos emocionado con ellos, nos
hemos conmovido al recordarlos y han estimulado nuestros
sueños. Fueron invitados especiales en nuestro encuentro del 1 de
enero pasado en la conexión virtual que tuvimos.
Don Pedro, Áurea, María y Ángeles
Mejor, ellos nos permitieron acompañarlos al rememorar su
primera reunión sencilla y cargada de significado, en donde
soñaron la Congregación en la salita de las primicias; eran una
semilla lista para germinar que tenía escondida en su
pequeñez los secretos de la vida: aportaron una forma de
amar a Jesús, de hacer el bien a los hermanos, de llevar
salvación al corazón de los seres humanos y hoy, en este
misterio de la vida, nuestras vidas están tocadas y ligadas a
las de ellos, como seguidores y discípulos de Jesús.
Quisiéramos ir a tantos momentos:
¿D. Pedro, cómo fuiste aprendiendo de tu madre el
camino de la fe, la confianza, la oración…?
¿De qué manera sentiste que tu vocación era ser
sacerdote?
Y tus “recuerdos indelebles” del 24 de marzo de
1906 al llegar a Murchante, en aquél “solito con mi Dios”… tus sueños llenos de fuego, entusiasmo y
generosidad…
En el tejido de historias de orfandad, dificultades sociales, toca tu vida la experiencia de los
Ejercicios Espirituales, hasta que el Corazón de Jesús, llega a ser el puerto donde anclaste tu vida… Así
nos dejas percibir, D. Pedro, que la plenitud de tu vida en su madurez es vivir en continua presencia de
Dios, entregándote totalmente a los demás; nos muestras con los rasgos de tu vida que el amor a
Dios y al hermano están unidos.
Tres primeras Esclavas de Cristo Rey |
Y tú, Áurea, ¿Qué escribes en tus apuntes…? ¿Qué sientes mientras dejas el registro de las
reuniones? Tantas veces percibimos tus emociones, tu ternura, amor y compromiso cuando escribes.
Nos sorprende tu manera de dejarte contagiar por el ardor de D. Pedro y de ese sumarte con todo a
esta Obra que va dando sus pasos; tu “me doy toda y con todo lo mío”, lo viviste con toda la pasión y
hasta el final.
Ángeles, siempre nos llega la noticia de tu bondad, de tu amor al Corazón de Jesús, de ese
poner lo que eras al servicio de todos…
María, tu sencillez impacta, eres imitadora delicada del “que no hizo alarde de ser igual a Dios…
y pasó como uno de tantos”. La noticia de tus dones y gracias especiales nos la da D. Pedro, siempre
sorprendido y admirado porque Dios te hizo su instrumento y un fundamento imprescindible para dar
comienzo a la Congregación.
Así de sencillo comienza todo: el Sr. Cura se reúne con tres jóvenes del pueblo… se ponen
metas, tienen un sueño común y ¡manos a la obra!.
Fidelidad, constancia, entre una cosa sencilla y otra sencilla el sueño era “ayudar a Nuestro
Divino Redentor en la salvación de las almas”. Gracias por dejar ver que amar a Dios y a los Hermanos
está a nuestro alcance, que también nosotras podemos vivirlo y actualizar el carisma con todos los
medios y posibilidades que hoy tenemos, que podemos seguir haciendo el bien a nuestros Hermanos,
si nos dejamos tocar por el Amor que nos transforma.
El eco de sus vidas entregadas, el interés preocupado y empeñado por la “salvación de las
almas” tiene un tono actual, vivo y real en la voz y ejemplo del Papa Francisco… en sus mensajes y
escritos.
El Papa, nos invita al éxodo de nosotros mismos, a ir donde hay todo tipo de pobreza y
miseria, empezando por casa; a vivir plenamente la alegría evangélica y este año, a meternos de lleno a
comprender por dentro en qué consiste la misericordia de Dios, a experimentarla en nuestra vida, a
repasar las obras de misericordia espirituales y corporales y preguntarnos seriamente cómo nos
hacemos amor-perdón, acogida, reconciliación, ayuda, cercanía; que no queden muros en nuestro
corazón ni en nuestra vida, donde alguien sienta que lo rechazamos, lo aislamos o le negamos su
dignidad. No podemos quedarnos en el discurso, en la indiferencia o en el creer que no es conmigo,
con mi comunidad, con mi congregación…
Vía Noticias Delegación CAMCU - ECR- Enero 2016
lunes, 25 de enero de 2016
Extracto de un documento más largo titulado de la misma manera
Comienza por darte. El que se da, crece. Pero no hay que darse a
cualquiera, ni por cualquier motivo, sino a lo que vale verdaderamente la pena.
Al pobre en la desgracia. A esa población en la miseria. A la clase explotada.
A la verdad, a la justicia, a la ascensión de la humanidad, a toda causa
grande, al bien común de su nación, de su grupo, de toda la humanidad.
A Cristo que recapitula estas causas en sí mismo, que las contiene,
que las purifica, que las eleva. A la Iglesia, mensajera de la luz, dadora de
vida, libertadora. A Dios, a Dios en plenitud, sin reserva, porque es el bien
supremo de la persona, y el supremo Bien Común. Cada vez que me doy así,
recortando de mi haber, sacrificando de lo mío, olvidándome de mi, yo adquiero
más valor, me hago un ser más pleno, me enriquezco con lo mejor que embellece
el mundo; yo lo completo, y lo oriento hacia su destino más bello, su máximo
valor, su plenitud de ser.
Mirar en grande, querer en grande, pensar en grande, realizar en
grande. En los combates de hoy, todo se trata a la escala del hombre y a la
escala del mundo. No cuidarse de hacer carrera, sino de llenar su vida en
plenitud. Ejercitar mi esfuerzo en los sectores disponibles. Tomar lo que no ha
sido realizado. Se trata de servir. No se trata de recorrer solo una pista. Se
trata de construir para uso de muchos un largo camino.
Al comenzar un trabajo hay que prepararlo pacientemente. La
improvisación es normalmente desastrosa. El reflejo de la acción objetiva no se
adquiere sino poco a poco, después de muchos tanteos, de muchas experiencias,
de muchos fracasos. Amar la obra bien hecha, y para ella poner todo el tiempo
que se necesite.
Las detenciones en el trabajo, por ejemplo las enfermedades son
útiles, para poner cada cosa en su sitio, para volver a hallar las
perspectivas. En ellas se realiza lo más fecundo del trabajo. Separado del
ruido, lejos de los detalles, se puede mirar los problemas de más arriba y con
más calma, se domina el problema; puede uno sacar las conclusiones de lo
realizado, repensar los principios, darles una frescura nueva.
Pensar y volver a pensar. En cada cosa, adquirir el sentido de lo que
es esencial. No hay tiempo sino para eso. La vida es demasiado corta, para
perder el tiempo en intrigas. No tomar posiciones antes de conocer el problema.
Evitar los juicios apresurados o apasionados sobre los hombres y sobre los
acontecimientos. La suprema habilidad es la sinceridad. Muchos buscan no la
verdad, ni el bien, sino el éxito.
Con frecuencia se enseña a los hombres a no hacer, a no comprometerse,
a no aventurarse. Es precisamente al revés de la vida. Cada uno dispone, según
su salud, su temperamento, sus ocupaciones, sólo de un cierto potencial de
combate. No despreciarlo en escaramuzas.
Hay que embarcarse. No se sabe qué barcos encontraré en el camino, qué
tempestades ocurrirán... Una vez tomadas las precauciones, ¡embarcarse! Amar el
combate, considerarlo como normal. No extrañarse, aceptarlo, mostrarse
valiente, no perder el dominio de sí; jamás faltar a la verdad y a la justicia.
Las armas del cristianismo no son las armas del mundo. Amar el combate, no por
sí mismo, sino por amor del bien, por amor de los hermanos que hay que librar.
Hay que perseverar. Muchos quedan gastados después de las primeras
batallas. Nunca está uno solo ni en las horas de mayor soledad. Cuando se
afirma la verdad, se quiere el bien, cuando se combate por la justicia, se hace
uno de numerosos enemigos, pero adquiere también numerosos amigos. Otros a
nuestro lado aman la verdad, el bien, la justicia.
No preocuparme de lo que digan. No perder el tiempo en discutir con
los estetas, los críticos, los espectadores. Seguir mi camino. Construir.
Escuchar pacientemente al que ha visto, al que ha construido. Alegrarse cuando
alguien lo sobrepasa, cuando ve o va más lejos.
Saber que las ideas caminan lentamente. Muchos se imaginan que, porque
han encontrado alguna verdad, eso va a arrebatar los espíritus. Se irritan con
los retardos, con las resistencias. Estas resistencias son normales: provienen
de la apatía, o de la diferente cultura, o del ambiente. Cada uno parte de lo
que es, de lo que ha recibido. Para que acepte otro pensamiento es necesario
que lo asimile, lo armonice con lo anteriormente adquirido.
No espantarse ni irritarse de la oposición. Ella es normal, con
frecuencia ella es justa. Alegrémonos más bien que se nos resista y que se nos
discuta. Así nuestra misión penetra más profundamente, se rectifica, anima y
quien quiera que se vaya olvidándonos, después de haber reinventado o mejorado
nuestro propio sistema, milita, quiéralo o no, a nuestro lado. Eso basta.
“Su obra está en crisis”, me dirán. Pero, amigo, una obra que marcha,
tiene siempre cosas que no marchan. Una obra que vive está siempre en crisis.
Permanecer puro, ser duro, buscar únicamente la verdad, el bien, la
justicia. Imponerse esfuerzos constantes para alcanzar estos objetivos. Ser
simple, y empeñarse en permanecer simple. Creer todavía en el ideal, en la
justicia, en la verdad, en el bien, en que hay bondad en los corazones humanos.
Creer en los medios pobres. Librar con buena fe la batalla contra los
poderosos. No buscar engañar, ni aceptar medios que corrompan.
Cuando el obstáculo es la oposición de los hombres, la mejor táctica,
con frecuencia, es continuar su camino, sin cuidarse de esta oposición. Se
pierde un tiempo precioso en polémicas, cuando sólo la construcción cuenta.
Los injustos ignoran la fuerza de la justicia. Se creen poderosos
cuando basta que encuentren un solo hombre justo, para que todos sus planes
sean descubiertos. Apenas encuentran un grupo de justos, deben batirse en
retirada, pactar, o al menos tomar la máscara de la justicia.
Si la oposición viene de los hombres de buena voluntad, de los
“santos”, de los superiores, verificar mi orientación, y si estoy marchando con
la Iglesia, sacar el mejor partido de las circunstancias, sin armar ruido.
En todo apostolado habrá dificultades. Pertenecemos a la Iglesia
militante, y nuestra vida está en “tensión”. El testimonio del apóstol tiene
algo de violento. Sólo los violentos arrebatan al reino de los cielos.
Acuérdate que “se va lejos, después que se está fatigado”. La gran
ascética es no ponerse a recoger flores en el camino. Hay más valor en soportar
los acontecimientos, que en cambiarlos. El sufrimiento, la cruz es sobre todo
permanecer en el combate que se ha comenzado a librar. Esto es lo que más
configura con Cristo.
Hay quienes quieren desarrollarse pero sin dolor. No han comprendido
aún lo que es crecer... Quieren desarrollarse por el canto, por el estudio, por
el placer, y no por el hambre, la angustia, el fracaso y el duro esfuerzo de
cada día, ni por la impotencia aceptada, que nos enseña a unirnos al poder de
Dios; ni por el abandono de sus planes, que nos hace encontrar los planes de
Dios. El dolor es bienhechor porque me enseña mis limitaciones, me purifica, me
hace extenderme en la cruz de Cristo, me obliga a volverme a Dios.
El fracaso construye. Alegría, paz, viva la pena… y ¡viva siempre
viva! Así es la vida… ¡y la vida es bella! No armar alharaca. No gritar. No
irritarse. No dejar de reírse, y dar ánimo a los demás. Continuar siempre. No
se hace nada en un mes. Al cabo de diez años es enorme lo hecho. Cada gota cuenta.
Darme sin contar, sin trampear, en plenitud, a Dios y a mis hermanos y
Dios me tomará bajo su protección. Él me tomará y pasaré indemne en medio de
innumerables dificultades. Él me conducirá a su trabajo, al que cuenta. Él se
encargará de pulirme, de perfeccionarme y me pondrá en contacto con los que lo
buscan y a los cuales Él mismo anima. Cuando Él lo tiene a uno, no lo suelta
fácilmente.
Para este optimismo, nada como la visión de fe. La fe es una luz que
invade. Mientras más se vive, mayor es su luz. Ella todo lo penetra y hace que
todo lo veamos en función de lo esencial, de lo intemporal. El que la sigue,
jamás marcha en tinieblas. Tiene solución a todos los problemas, y gracias a
ella, en medio del combate, cuando ya no se puede más por la presión, como el
corcho de la botella de champaña salta, se escapa hacia lo alto, se une a
Cristo y en Él halla la paz.
La fe nos hace ver que cada gota cuenta, que el bien es contagioso,
que la verdad triunfa.
Cuando un hombre se aparta de los caminos trillados, ataca los males
establecidos, habla de revolución, se lo cree loco. Como si el testimonio del
Evangelio no fuera locura, como si el cristiano no fuera capaz de un gran
esfuerzo constructor, como si no fuéramos fuertes en nuestra debilidad. Nos
hacen falta muchos locos de éstos, fuertes, constantes, animados por una fe
invencible.
(Tomado de Lavín, P. Alvaro: Padre Hurtado - Apóstol de Jesucristo.
Su Espiritualidad (pp 245-253)